Septiembre es el mes de los reencuentros, de la vuelta a la normalidad y por supuesto de la vuelta al cole… Mañana la mayoría de los niños vuelven a las clases… Mis vecinitos Javier y Sofía ya lo tienen todo preparado: uniformes, libros, estuche, pinturas… y un gusanito en el estómago que les sube y baja…
Para los más pequeños las guarderías comenzaron la pasada semana y hay niños que se lo toman bien y otros que no se lo toman tan bien. Oli, la nena de mi compañero Miguelito, empezó la guardería como si fuera una aventura: sonriente, mirando al resto de niños con curiosidad y feliz de jugar durante horas… Para otros, como es el caso del precioso Hugo, hijo de mi otro compañero Pablo Álvarez, la cosa está resultando algo más dura...
He de reconocer que yo comprendo a Hugo, porque para mí ir a la guardería suponía el mayor sufrimiento del mundo: lloraba, pataleaba y por supuesto amenazaba…Sí, sí, amenazaba con vomitar y por supuesto que lo hacía, vamos que era un encanto de niña… Finalmente, después de montar el pollo padre durante tres días en la guardería conseguí mi objetivo: no ir a ese sitio raro con gente extraña”. Pero claro, al año siguiente llegó el cole y de esa no me pude librar... Las actuaciones volvieron a darse pero esta vez en el patio de Maristas, pero nada, tenía que ir a clase, jugar con el resto de niños y aprender… Eso sí, a mal bicho no me ganaba nadie… Porque cuando la profesora me arrancaba de la mano de mi amada madre y me arrastraba a la fila mientras lloraba desconsoladamente, sabéis cual era mi frase estrella?: “Es muy fea!!!, que le cambien la cara.., es muy fea!!!!”; dirigiendo por supuesto a la bruja de mi profesora, la cual os aseguro que era lo más parecido a la Señorita Rotenmeyer.
Me hacia la vida imposible, me reñía a todas horas, me gritaba por cualquier cosa y no me dejaba salir de clase si no me abrochaba el abrigo. Menudo trauma esto último…, porque claro, yo que era torpe con avaricia con los botones…Recuerdo un abriguito azul con unos botones que no había Dios que los abrochara, así que tod@s los niños en la fila con su abriguito puesto y abrochado… y yo luchando por meter el botón en el ojal mientras por mis mejillas corrían las Cataratas del Niágara…; por eso todas las mañanas le rogaba a mi madre “no, el abrigo puñetero, nooooo!!!.
Ayyyy, pobres niñ@s, cuánto sufrimiento, cuántas lágrimas, cuántos malos ratos… Uffff…
P.D.: Esta es mi foto de segundo de parvulitos... A ver si me encontráis…