COSTUMBRES

Cada día que pasa me reafirmo al decir que “somos animales de costumbres”. Sí, sí, de costumbres, es lo mismo que la frase “el hombre/mujer es el único animal que tropieza dos (o más) veces en la misma piedra”. Ambas frases son verdades como puños, pero en este post os hablaré de la primera.

Hoy ha vuelto mi hermanito Igna de vacaciones, así que todos los que piensen que yo vivo muy bien se equivocan; el que mejor vive de mi familia es mi hermano. Aquí le tenéis, en la foto no sale, pero seguro que tiene una cervecita cerca (hay que guapo es mi niño!!!).
Bueno en mi casa hay una costumbre, cuando se vuelve de un viaje la maleta se deshace en casa de nuestros padres, da igual el día, la hora, el tiempo que se haya estado fuera…; la maleta a casa de los papis. Pero no es que se lleve a su casa, sino que se abre en la misma entrada; es como si repentinamente pesara tanto que no puedes llevarla hasta cualquiera de las habitaciones, no hay que dejarla en la entrada. Tu llegas a casa, abres la puerta, besas a todo el mundo y manos a la obra!!. De repente la maleta se transforma y se convierte en “la caja mágica”, de ahí puede salir cualquier cosa (es más, yo hoy pensaba que salía algún Tailandés). Bueno, pues Igna en cuclillas ha empezado a sacar todo, ropa sucia, ropa nueva, cepillos para Totó, un collar para Totó, correas nuevas, dos botellas de Ron Tailandés, palillos, marcos de fotos, deportivas, chaquetas, un culote, pulseras, collares, una pashmina, fideos, salsa agridulce, camisetas, un antifaz… Dios mío, de repente la casa de mis padres ha pasado del orden absoluto a parecer un bazar!!. Sólo faltaba mi madre intentando vendernos algo y nosotros regateándole el precio!!!!.

Esto en cualquier casa en impensable, pero en la mía es una costumbre. Es algo que desde pequeñitos lo hemos vivido así y si no estamos todos en casa la maleta no se abre.

Recuerdo que de pequeña, cuando mi padre volvía de cualquier viaje, nos plantábamos mi hermano y yo en la entrada de casa, delante de las maletas, con cara de tontos, llenos de entusiasmo y expectación (como si fuera la llegada de los Reyes Magos) hasta que mi padre abría las maletas. No teníamos ojos para nada más, ya se podía quemar la casa, que de ahí no nos movía nadie. Observábamos cada movimiento, cada detalle y teníamos varias cosas claras: si hay papel de periódico hay regalo y se puede romper, si hay una bolsa hay regalo, si saca algo pequeño de un bolsillo hay regalo… Pero luego venía lo bueno, para quién era cada regalo??, quién recibía más regalos?? y si había dos cosas iguales pero de distinto color porqué los dos queríamos siempre el mismo color y al final había que poner paz con un sorteo???...

Algo parecido nos pasa con el día de Reyes (en mi casa Papá Noel es un tacaño, un regalito y fuera; los buenos son los Reyes Magos), los regalos se abren en la cama de mis padres. Durmamos donde durmamos, el día de Reyes a primera hora de la mañana nos presentamos en casa de mis padres y con todos los regalos a su cama!!. La habitación acaba llena de papeles, mi madre feliz y mi padre en calzoncillos con cara de alucinado dice: “parece mentira la edad que tenéis!!! y tú Cristina -mi madre- eres la peor!!!”.

La verdad es que estos momentos no los cambio por nada del mundo y creo que aunque pasen los años, las costumbres son las costumbres…