ESCALERAS

Hoy dejaré de lado los post polémicos y os contaré mi caída del viernes; ya os dije que era muy torpe…
Me hubiese gustado ilustrar esta entrada con una foto real, pero no tengo ni idea de dónde narices he dejado la cámara de fotos…

El caso es que el pasado viernes a eso de las 8:30 de la tarde me caí por las escaleras de mi casa, los ha habéis estado lo encontraréis algo relativamente normal porque para ir de un sitio a otro tienes que estar sube y baja, sube y baja. Concretamente fue en las escaleras que comunican mi habitación con el segundo piso, subí a buscar las llaves para abrir la puerta (como entro por el garaje nunca me acuerdo de abrir la puerta) y claro subí a todo meter y también bajé a todo meter; pero no como a mí me hubiese gustado bajar. Es un tramo pequeño, apenas 10 escalones, que puedo subir al cabo del día 20 o 30 veces (el colorete, los pendientes, pero si llevo un zapato de cada, suena el móvil, me pongo el bikini, ya te bajo una camiseta, mejor otro bolso, creo que no apagado las planchas, me voy a la cama, me he dejado el agua, las luces…). La verdad es que no fue una caída, un descenso, fue más un derrumbamiento, el fin, el ocaso, un costalazo en toda regla, un batacazo, un talegazo, un desplome; en definitiva una culada imposible de frenar.

Total que mis prisas se convirtieron en un gran juramento, el brazo derecho dolorido (con un pequeño moratón, por intentar agarrarme a la barandilla) y mis pobres cuartos traseros más que doloridos (concretamente el lado izquierdo destrozado). La verdad es que estoy contenta, porque podía haber sido peor una pierna rota, un brazo dislocado, darme con la cabeza en los peldaños y desnucarme…
Eso sí, no os podéis imaginar el cuidado que tengo ahora cuando subo y bajo las escaleras.