TSUNAMI CRISTINA

Aunque muchos no lo habéis sufrido tengo mi carácter y como me dicen en casa me cabreo como un mono y me subo por las paredes…
Eso me pasó el martes, estaba quemaba, pero no un poquito no, sentía como si el infierno se hubiese apoderado de mí; estaba más quemada que la pipa de un indio. Creo que cuando me metí por la noche en la piscina de casa a nadar y quitar así la mala leche el agua pasó a tener más de 40º.
Se puede decir que soy como un vaso de agua, se va llenando lentamente, lentamente; pero llega un momento en el que el vaso se sobra y cuando eso ocurre es como un tsunami.

Mi sonrisa habitual se convierte en un ceño fruncido, algún juramento que otro, me muerdo las uñas y el labio inferior, me entra una necesidad terrible de andar… (parecido al Increíble Hulk pero en tamaño reducido y sin cambiar de color).

En esos momentos lo mejor es dejarme tranquila, no dirigirme la palabra, como si no se me conoce; porque lo pago con la persona que no quiero pagarlo. El que es un Santo es Totó, aguanta todas las del mundo y más (las mías y las de mi hermano), cuando me ve así se queda un ratito conmigo en el sofá le cuento todo y luego se sube a las escaleras del salón, se tumba y me mira como diciendo “Tata que yo no he hecho nada…”.

Bueno, el temporal ya ha pasado y desde ayer a las 9:15 a.m. todo ha vuelto a su sitio y el vaso vuelve a estar vacío.